"El feto es como una esponja, lo absorbe todo,
especialmente la ansiedad de la madre".
"En el Instituto de Estudio del Parto en Bonn (Alemania) atribuyen al estrés que generó la crisis de 1900 en Dinamarca la reducción en once meses de la esperanza de vida de los niños nacidos entonces.
La inquietud sobre el futuro que vivieron sus padres en época de vacas flacas lastró su salud antes de nacer".Visto en Quo.
¿Tendrá, entonces, alguna repercusión la crisis que vivimos actualmente en los niños que han nacido o han sido engendrados recientemente?
En cualquier caso, sabemos que es algo ridículo comparar las consecuencias de ambas crisis así como la gravedad de las mismas, sin embargo lo que decimos tiene mucho sentido. Está ampliamente demosotrado que la unión entre la madre y el feto es tan grande que esta puede transmitirle durante el embarazo a su bebé muchas de sus inseguridades y miedos, además de afectar directamente a su salud.
En un estudio publicado en 2003 en la revista "Developmental and Behavioral Pediatrics" se afirmaba que los cambios relacionados con el estrés en el ritmo cardiaco y la presión sanguínea de la mujer embarazada, junto con la ansiedad crónica, afectaban al ritmo cardiaco del feto.
El estudio, que no encontró que el estrés de la madre tenía efectos negativos en la salud del feto, confirmó que los cambios en la actividad cardiovascular de la madre, relacionados con las emociones, tienen efectos directos e inmediatos sobre el bebé.
Otros estudios habían mostrado que el estrés que la madre sufre durante el embarazo puede aumentar el riesgo de nacimientos prematuros y de bebés con peso insuficiente.
Es por eso que la seguridad y la estabilidad tanto emocional como en otros aspectos de nuestra vida cobran un valor especial a la hora de lanzarse a la trepidante aventura que significa la paternidad.