Un nuevo estudio explica por qué las primeras palabras que aprende a pronunciar un niño en cualquier idioma son mamá, papá y bebé.
Utilizando las últimas técnicas de neuroimagen, la investigadora canadiense Judit Gervain, en colaboración con investigadores italianos y chilenos, analizó el cerebro de 22 recién nacidos para conocer su reacción al sonido de ciertas palabras.
En sus experimentos mezclaron vocablos que terminaban en sílabas repetitivas (penana), palabras sin repetición (penaku) y terminos con repeticiones no consecutivas (napena). El escáner mostró inequívocamente que el cerebro reaccionaba con más intensidad a las repeticiones de sonidos consecutivas. Según Gervain, no es coincidencia que en muchas lenguas las palabras infantiles tengan sonidos repetitivos, como ‘daddy’ (papá), que se dice también ‘papa’ en italiano y francés, ‘baba’ en húngaro y ‘tata’ en croata.
Además todo parece indicar que “los humanos nacemos con una capacidad innata para percibir y aprender la lengua de nuestras madres de forma sistemática y eficiente”, añade la investigadora, que publica sus conclusiones en la revista PNAS.
Utilizando las últimas técnicas de neuroimagen, la investigadora canadiense Judit Gervain, en colaboración con investigadores italianos y chilenos, analizó el cerebro de 22 recién nacidos para conocer su reacción al sonido de ciertas palabras.
En sus experimentos mezclaron vocablos que terminaban en sílabas repetitivas (penana), palabras sin repetición (penaku) y terminos con repeticiones no consecutivas (napena). El escáner mostró inequívocamente que el cerebro reaccionaba con más intensidad a las repeticiones de sonidos consecutivas. Según Gervain, no es coincidencia que en muchas lenguas las palabras infantiles tengan sonidos repetitivos, como ‘daddy’ (papá), que se dice también ‘papa’ en italiano y francés, ‘baba’ en húngaro y ‘tata’ en croata.
Además todo parece indicar que “los humanos nacemos con una capacidad innata para percibir y aprender la lengua de nuestras madres de forma sistemática y eficiente”, añade la investigadora, que publica sus conclusiones en la revista PNAS.