Hace unos días se dieron a conocer los resultados del 'Estudio sobre el Estrés del Bebé', dirigido por Francisco Miguel Tobal (profesor de la Universidad Complutense de Madrid), los cuales nos ponían en alerta: nuestros pequeños están más expuestos que nunca al estres.
Concretamente los bebés de hoy en día tienen cincuenta veces más probabilidades de padecerlo que hace 15 años.
Los datos son algo alarmantes, pero nada raros si tenemos en cuenta el estilo de vida actual, marcado por una enorme exigencia, mayor competitividad y cambios en el modelo social y familiar, circunstancias a las que también podríamos añadir posibles enfermedades, falta de cuidados, una alimentación insuficiente o inadecuada, falta de afecto o cariño en el entorno familiar, así como otros factores ambientales como el ruido, el aislamiento, la soledad o la oscuridad.
Además de todo esto, los propios investigadores alertan de cómo el estrés se puede producir antes del nacimiento (a través de los vasos de la placenta pueden pasar las hormonas de la respuesta de activación del estrés de la madre al hijo en formación) o incluso durante el parto o bien desde el momento del nacimiento, algo de lo que ya habíamos hablado con anterioridad en este mismo blog.
Aunque el llanto es la forma más habitual de expresar ese estrés y otros síntomas como un estado de alerta elevado, irritación y alteraciones en el sueño y en la alimentación que frecuentemente desembocan, en el caso de las niñas, en ansiedad y depresión, y en el de los niños, en trastornos de comportamiento (reacciones agresivas, hostilidad, dificultad en las relaciones).
Está claro que en el caso de sospechar que nuestro bebé padece este tipo de dolencia debemos dirigirnoos cuanto antes al especialista correspondiente para que este nos asesore.
Sin embargo, también debemos tener en cuenta a la lactancia materna (por ser uno "de lo mejores inmunorreguladores"), un ambiente familiar sin discusiones y la elaboración de una rutina horaria que distribuya los alimentos y el descanso como elementos para prevenir e incluso paliar el estrés infantil.
Concretamente los bebés de hoy en día tienen cincuenta veces más probabilidades de padecerlo que hace 15 años.
Los datos son algo alarmantes, pero nada raros si tenemos en cuenta el estilo de vida actual, marcado por una enorme exigencia, mayor competitividad y cambios en el modelo social y familiar, circunstancias a las que también podríamos añadir posibles enfermedades, falta de cuidados, una alimentación insuficiente o inadecuada, falta de afecto o cariño en el entorno familiar, así como otros factores ambientales como el ruido, el aislamiento, la soledad o la oscuridad.
Además de todo esto, los propios investigadores alertan de cómo el estrés se puede producir antes del nacimiento (a través de los vasos de la placenta pueden pasar las hormonas de la respuesta de activación del estrés de la madre al hijo en formación) o incluso durante el parto o bien desde el momento del nacimiento, algo de lo que ya habíamos hablado con anterioridad en este mismo blog.
Aunque el llanto es la forma más habitual de expresar ese estrés y otros síntomas como un estado de alerta elevado, irritación y alteraciones en el sueño y en la alimentación que frecuentemente desembocan, en el caso de las niñas, en ansiedad y depresión, y en el de los niños, en trastornos de comportamiento (reacciones agresivas, hostilidad, dificultad en las relaciones).
Está claro que en el caso de sospechar que nuestro bebé padece este tipo de dolencia debemos dirigirnoos cuanto antes al especialista correspondiente para que este nos asesore.
Sin embargo, también debemos tener en cuenta a la lactancia materna (por ser uno "de lo mejores inmunorreguladores"), un ambiente familiar sin discusiones y la elaboración de una rutina horaria que distribuya los alimentos y el descanso como elementos para prevenir e incluso paliar el estrés infantil.
2 comentarios:
Que ritmo de vida este, que estresa hasta a los bebés... Un saludo.
Y que lo digas, Juanjo. Esta visto que nuestro estilo de vida actual no es sano para nadie.
No vendría mal bajar un poquito el ritmo, la verdad...
Un saludo.
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